Encontramos en la Red de Redes, este hermoso escrito que compartimos a continuación en este día tan entrañable de hoy.
LOS
REYES MAGOS.
Para
mi cómplice
en
esta senda llamada Vida.
Yo
fui un niño bueno, pero fui un niño pobre.
A
los ocho años de edad destapé la mayor estafa de todos los tiempos.
Me
convencí de que los Reyes Magos eran los padres.
Todo
sucedió de la siguiente manera.
Por
aquellos entonces yo quería ser piloto de cazas.
En
mi carta a Sus Majestades les pedí una miniatura del famoso triplano
de Manfred von Richthofen, el Barón Rojo.
Había
sacado las mejores notas.
Le
había hecho caso a mi madre.
Amaba
a mi padre, a pesar de que nos había abandonado.
Ayudaba
a mi abuelo en el huerto.
Y
no decía palabrotas.
La
noche del 5 al 6 de enero de 1973 apenas si pegué ojo.
Estaba
convencido de que el tan cacareado Fokker Dr.I sería mío.
Pero
cuando me levanté nerviosito con las primeras claras del día, la
decepción fue enorme.
Busqué
por toda la casa.
No
había rastro de mi avión.
A
los pies de la cama descubrí un estuche pequeñito de lápices de
colores y una libreta de dibujo.
Mi
precioso aeroplano había desparecido en combate con la realidad.
Angustiado
y quejumbroso, le pregunté a mi madre por mi avión.
Ella
me abrazó, me dio un beso y me susurró al oído que los Reyes Magos
siempre nos traen aquello que más nos conviene.
Nadie
me dijo ni mu, pero supe de golpe que nosotros éramos pobres y que
no importaba nada todo lo bueno que yo había sido.
Lo
que marcaba la diferencia era nuestra pobreza.
Lo
pude comprobar cuando vi como algunos niños malos, pero con padres
pudientes, paseaban montados en sus bicicletas por las calles del
pueblo.
Comprendí
que mi madre no había tenido dinero para comprarme lo que yo tanto
quería.
Por
arte de birlibirloque cayó en mis manos un libro firmado por un tal
Melquisedec y que se titulaba “Dentro de ti”.
Hablaba
de cosas tan raras como la meditación, la visualización creativa,
el poder de la mente, el mundo de los deseos, la Magia de creer…
Apenas
entendí nada de lo que allí ponía, pero me quedé con la esencia.
Casi
sin saber lo que hacía, comencé a dibujar con los colores de mi
imaginación y en la libreta de mi mente algunas de las
recomendaciones de aquel rey de Salem.
No
me explico. Pero el libro se esfumó de la misma manera que se hizo
presente.
En
verdad, no sé si lo soñé y todo fue fruto de mis ansias de vuelo.
No
importa.
Aquel
mamotreto de pastas usadas y hojas amarillentas obró el milagro.
Empezaron a sucederme de ordinario cosas extraordinarias y me dejó
para siempre tatuadas algunas verdades eternas de las cuales destaco
hoy la siguiente:
-
Los Reyes Magos existen y te traen siempre, como me había asegurado mi madre, lo que más te conviene. Pero los Reyes Magos no son los que salen en las cabalgatas, ni los que nos dan caramelos y con los que nos hacemos fotos en los centros comerciales. Tampoco son los que nos traen los juguetes más caros ni los que están más de moda ni los que satisfacen nuestros caprichos más banales. Los que traen esas cosas son los padres. Los Reyes Magos de verdad son los Magos de Oriente que habitan en el centro de tu centro. Abren para ti las aguas del Mar Rojo de tus problemas, te ofrecen oportunidades por los caminos más recónditos, provocan coincidencias milagrosas que te libran de todo mal y te surten del bien que verdaderamente necesitas. También interceden por ti ante fuerzas invisibles, pero muy poderosas y atraen a tu alrededor a las personas adecuadas y cómplices para que cumplas tu misión en la Vida…
Así
que, no te dejes engañar por esos desalmados que van por ahí
matando niños de todas las edades diciéndoles que los Reyes Magos
no existen y que son los padres.
Los
Magos de Oriente están dentro de ti.
Cualquiera
puede verlos.
Basta
con que abras de par en par las puertas de tu corazón para
comprobarlo.
Te
lo digo por experiencia.
Bendiciones.
Otus
W. Scops.
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