En relación a este asunto, el sacerdote jesuita Miguel de Molinos, denunciaba las estratagemas del cuerpo y de la mente para obstaculizar la meditación; «Aún no bien te habrás entregado a este interior camino, cuando todo el infierno se conjurará contra ti… Es muy ordinaria la guerra en este interior recogimiento».
Síntomas de esta lucha interior son el deseo de acabar prontamente la oración, la molestia de los pensamientos, el cansancio corporal, el sueño inoportuno, etc., en definitiva, subterfugios del ego-mente. Pero «este monstruo se ha de vencer. Esta hidra de siete cabezas del amor propio se ha de despojar para llegar a la cumbre del alto monte de la paz»107. Para vencer estos obstáculos es necesario adoptar una serie de medidas como la de dedicar siempre un tiempo mínimo a la meditación con independencia del resultado. Si la mente sabe que hay un tiempo fijo de oración, ya no se afanará en acortarlo.
Tampoco hay que abandonar la meditación si no se obtienen resultados; «Aunque no puedas salir del afán de los pensamientos, ni sientas luz, consuelo, ni espiritual sentimiento, no te aflijas, ni dejes el recogimiento… Pensarás, por salir seco de la oración, de la misma manera que la comenzaste, que es falta de preparación y que no sacas fruto».
Todo esto son estrategias del ego que pretende acercarse a Dios como un comerciante en busca de beneficios y resultados.
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